LA HISTORIA DE LOS TRES ARBOLITOS
Cuando me tuve que despedir de la
parroquia en la que por tres años y medio colabore, primero como ministro,
después como diacono y después como vicario, una de las familias con las que
conviví me regalo esta historia que me ha ayudado en mi caminar, hoy se las
quiero compartir, para que veamos como los horizontes de nuestra vida se pueden
abrir, pero no como nosotros queremos, sino como quiere Dios:
Erase una vez, en la cumbre de una montaña,
tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande sobre lo que el futuro
deparaba para ellos.
El primer arbolito miró hacia las
estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro
y de piedras preciosas. Yo seré el cofre de tesoros más hermoso del
mundo".
El segundo arbolito observó el
pequeño arroyo en su camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a
través de mares inmensos y llevar conmigo a reyes poderosos. Yo seré el barco
más importante del mundo".
El tercer arbolito miró hacia el
valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y
dijo: "Yo no quiero jamás dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan
alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levanten su mirada al
cielo y piensen en Dios. Yo seré el árbol más alto del mundo".
Los años pasaron. Llovió, brilló
el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día,
tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al
primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida
de su hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un cofre
hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.
Otro leñador miró al segundo
árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mí!". Y
con la arremetida de su hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé
navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco
más importante para los reyes más poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón
hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en él. El árbol se paró
derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia
arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y
con la arremetida de su hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó
cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero
lo convirtió en un pobre pesebre para alimentar a las bestias. Aquel árbol
hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Solo contenía
pasto.
El segundo árbol sonrió cuando el
leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero pronto se entristeció porque no
era el mar sino un lago. No había por allí reyes sino pobres pescadores. En
lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de él una simple
barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó
en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la
historia.
El pesebre |
La barca de Pedro |
Pasó el tiempo. Una noche, brilló
sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su
hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle
construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la
mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que
apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El
pesebre es hermoso" dijo ella y, de repente, el primer árbol comprendió
que contenía el tesoro más grande del universo.
Pasaron los años y una tarde, un
gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de
la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el
segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una
impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se
llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que
se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas
para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡Qué gran
pena, pues no servía ni para un lago! Se sentía un verdadero fracaso. Así
pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden:
"calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso
de paz. De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo
que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.
El tercer árbol fue convertido en
sendos leños que por muchos años fueron olvidados como escombros en un
oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos
le parecía su sueño de juventud!
De repente un viernes en la
mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer
árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había
sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las
calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y
allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer
árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba
sobre los maderos. El tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se
sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se
sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
La cruz era trono de gloria
para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la
vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo
el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose
en cruces que colgarán en el lugar más digno de iglesias y hogares. Así todos
pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su
sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el más alto del mundo, y al
mirarlo todos pensarán Dios. (Anónimo)
¡FELIZ PASCUA!
Que el Señor sea su Fuerza y su Paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano
Comentarios
Publicar un comentario