ESPIRITUALIDAD DE CINCUENTENA PASCUAL
Como ya lo comentaba
en alguno de los mensajes del año pasado: el grito de ¡Jesús resucitó! se va a
prolongar por un tiempo que concluye en la fiesta de Cristo Rey; todo esto
comienza con la Pascua del Señor que hace una semana la vivimos con intensidad,
después de ese momento tan importante, vamos a vivir lo que llamamos la
cincuentena Pascual, que es la prolongación de esta fiesta, que concluye con la fiesta
de la efusión del Espíritu Santo; ciertamente tendremos que echar mano a la
creatividad para vivir esta cincuentena como un “DOMINGO” y les propongo que
leamos estas recomendaciones que nos hace Antonio García Lozano, o.p. en su escrito que se llama “Liturgia y
Espiritualidad Pascual”:
Jesús Resucitado y su Espíritu, centros de la liturgia
pascual
Jesús resucitado es
el objetivo de nuestras miradas, cada uno de los días del tiempo de Pascua. Lo
miramos a Él, y lo admiramos profundamente, y sentimos la alegría de ser sus
seguidores, y renovamos la adhesión de la fe y el convencimiento de que en Él
tenemos la vida, y entendemos mejor el sentido de su camino de amor fiel hasta
la muerte, y nos sentimos llamados a vivir como Él. Y este gozo de Pascua nos
hace mirar la vida con otros ojos. Porque la humanidad, con Jesús, ha sido
transformada y ha comenzado una nueva creación: la humanidad ha entrado en la
vida nueva de Dios, la muerte y el pecado han sido vencidos, el camino de los
hombres y mujeres en este mundo es un camino que, a pesar del dolor y del mal
que continúa habiendo en medio de nosotros, lleva a una vida para siempre, a la
misma vida que Jesús ya ha conseguido.
Esta vida renovada es
obra del Espíritu. Para los apóstoles, la experiencia de Jesús resucitado en
medio de ellos es la experiencia de recibir un Espíritu nuevo, un Espíritu que
los transforma y les hace vivir lo mismo que Jesús vivía: los hace sentirse
continuadores de la obra de Jesús. El mismo día de Pascua, explica el evangelio
de Juan (20, 19-23), Jesús se hace presente en medio de los discípulos y les da
el Espíritu, y ellos desde aquel momento se sienten enviados a continuar lo que
Jesús ha hecho. Es el mismo hecho que el libro de los Hechos de los Apóstoles
(2,1-11) presentará como un acontecimiento radicalmente transformador que tiene
lugar cincuenta días después: el día de Pentecostés.
Liturgia en comunidad
Todo esto lo vivimos
en la comunidad de los creyentes. La Iglesia es el lugar donde nos encontramos
con Jesús resucitado, donde experimentamos su Espíritu que nos mueve, donde lo
vivimos a través de sus sacramentos (el Bautismo y la Eucaristía sobre todo),
donde sentimos la llamada a ser testimonios de esta Buena Noticia a través de
nuestra manera de vivir y también a través de nuestra palabra.
Sin embargo, esto no
significa que la acción de Jesús resucitado, la fuerza de su Espíritu, quede
encerrada en los límites de la Iglesia: más allá de todo límite, más allá de
toda frontera, el Espíritu de Jesús está presente en el corazón del mundo y
suscita en todas partes semillas de su Reino, tanto entre los creyentes como
entre los no creyentes. El domingo de Pentecostés, en el salmo responsorial,
proclamábamos una frase que puede expresar muy bien el mejor sentimiento que
podemos tener en nuestro interior durante estos días: «Goce el Señor con
sus obras». Realmente el Señor puede estar contento de su obra. El Dios que
después de la creación podía decir que todo lo que había hecho era muy bueno,
ahora puede volverlo a decir, y con más razón. Celebrar la Pascua es compartir
esta alegría de Dios.
PASCUA QUIERE DECIR QUE DIOS, NUESTRO PADRE, ES BUENO
Él ama a su hijo,
Jesús, y no puede permitir que sea machacado por la maldad, la injusticia y la
cobardía. Lo levanta de entre los humillados, lo arranca de entre los muertos.
Lo saca de la oscuridad de la derrota. Y le convierte en Señor. Le da una vida
nueva, más alta, más libre, más transparente. Ya no morirá jamás. En Él, el
Padre ha hecho que la muerte tuviera su primer fracaso. En Él, el Padre ha
colmado de vida al mundo.
PASCUA QUIERE DECIR QUE JESÚS, EL CRUCIFICADO, TENÍA
RAZÓN
Lo que decía, lo que
hacía es verdad. Él, el Pobre, ahora inaugura el Reino. Él, la Humildad, ahora
posee la tierra, es el Señor. Él, que llora, ahora es consolado y otorga a sus
amigos su Espíritu, el Consolador. Él, que sufrió hambre y sed de justicia,
ahora es saciado y sacia a los suyos. Él, el Compasivo, ahora es compadecido.
Él, el limpio de corazón, ahora ve a Dios y en Él vemos a Dios. Él, el
perseguido por causa de la justicia, ahora es el que va por delante del Reino
de la paz y de la libertad.
PASCUA QUIERE DECIR QUE DIOS ESTÁ A NUESTRO FAVOR
Que se ha
comprometido para que la liberación de todos los hombres no sea solamente una palabra
bonita, para que la lucha por un mundo nuevo no sea solo un ideal lejano que
nunca podremos alcanzar. Cristo lo ha conseguido. Y todos hemos de acercarnos
cada día decididamente a ese ideal. La resurrección supone, en Jesús y en
nosotros, una insurrección. Insurrección contra todo lo que nos degrada, nos
deshumaniza, lo que nos hace inhumanos y nos separa los unos de los otros.
PASCUA QUIERE DECIR QUE LA MUJER NO ES UNA PERSONA DE
SEGUNDO ORDEN
Jesús que quiso nacer
de una mujer, quiso también que ellas -las mujeres- fueran las primeras en
llevar al mundo la luz de su resurrección. En la primera luz del domingo, se
apareció a María Magdalena y a la otra María. Ellas fueron las mensajeras de la
vida, los apóstoles de los Apóstoles, los primeros testimonios del Resucitado.
PASCUA QUIERE DECIR QUE EL MUNDO NO CAMINA HACIA ATRÁS
Y que la evolución no
marcha hacia la nada. Que la creación no gesta la muerte, sino un futuro mejor,
el primer fruto del cual es el Cristo que vive para siempre. Por eso Pascua nos
invita a conocer y respetar todo lo que nos rodea. A no malgastar las fuerzas
ni el encanto de la naturaleza. Nos estimula a hacerla crecer, a hacerla
bonita, a hacerla humana. Quiere que nuestro universo sea un hogar acogedor
para todos los hombres.
PASCUA QUIERE DECIR QUE LA VIDA ES MÁS FUERTE QUE LA
MUERTE
Que el amor es más
poderoso que el odio. Que la paz vencerá sobre la guerra. Que la libertad no
será nunca estrujada completamente por la opresión. Que la esperanza no puede
ser ahogada por el absurdo. Que la inocencia es más potente que la maldad. Que
el pecado no tiene la última palabra, sino la gracia. Que los injustos no
siempre ganan y que nunca ganan del todo. Y que el tiempo definitivo no es el
invierno, sino la primavera.
¡FELIZ PASCUA!
Que el Señor sea su fuerza y su paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano.
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