ESTAR AL PIE DE LA CRUZ
En la homilía del domingo pasado, comentaba que algunas veces tenemos momentos que son como estar en nuestro propio calvario. Quisiera compartirles una parte de la charla que compartí en la experiencia sacerdotal de este año, es una experiencia de Sacerdotes (96 sacerdotes de toda la republica, fue en Guadalajara:
Para mi estar a los pies de Jesús, es estar al pie de los que sufren, de los que necesitan una palabra de aliento, también es muchas veces vivir mi propio momento de derrota y desesperación ante situaciones que yo mismo no puedo explicar. Puedo decir que en mi caminar como sacerdote también he vivido momentos de estar al pie de la cruz muy fuertes, en mis casi 15 años de sacerdocio me han tocado momentos muy duros que han marcado mi vida, por eso puedo decir que me identifico en este momento con María que contempla, guarda todas esas experiencias en su corazón. Son momentos de procesos de enfermedad que terminaron en la muerte. Son tres momentos con personas muy queridas para mí. El primero de ellos es uno de mis acólitos cuando yo era vicario, un muchachito de quince años, que comenzó con un problema hepático que termino con una cirrosis hepática, en sus planes tenía la intención de ingresar al seminario, era un muchacho comprometido en la parroquia, cuando comenzó su enfermedad pensábamos que iba a pasar, pero cuando vinieron las complicaciones todo se derrumbaba, eran momentos que había que dar esperanzas, fortaleza tanto para el enfermo como para sus familiares, ¿Qué decir? Cuando contemplaba esta realidad me venían a la mente muchos pensamientos y sentimientos, ¿Porqué, si es un joven que apenas inicia un caminar? Me causaba mucha tristeza, desesperación, angustia, pues cada vez que se empeoraba su situación me mandaba llamar y esos momentos eran muy difíciles para su servidor ¿Cómo consolarlo? Si yo mismo estaba sumergido en la tristeza y la desesperanza ¿De dónde sacar explicaciones, fortaleza? y cuando lo veía ya inconsciente más la angustia aumentaba, pues lo recordaba cómo era él, inquieto, alegre, entusiasta, responsable, animoso. Era momento de callar y contemplar esa situación. Otro momento para mi muy desesperante y triste es el de una muchachita que estaba en el grupo de jóvenes, personita tranquila, muy hogareña, apegada a su familia, todo comienza cuando un día van a pedirme la bendición pues le van a hacer unos estudios ya que en su brazo izquierdo le encontraron una bolita muy dura, pensaron al principio que era una bolita de grasa, pasa el tiempo y los doctores no saben que es, al poco tiempo viene junto con sus padres ilusionada porque la bolita desapareció ya no tenía según ellos nada, pero al poco tiempo regresa y esta más grande, se convierte en cáncer, lo médicos deciden amputar el brazo, pensando que con eso se detendría el cáncer, pero fue peor, fue como podarlo, todos estos momentos estuve cerca de la familia, cada uno de esos momentos los compartían conmigo esperando consuelo, fortaleza de su servidor, pero lo que más me conmovía y que en esos momentos más débil me sentía era cuando ella me decía: ¡No me quiero morir! Otra vez ¿Qué decir? ¿Cómo consolar? ¿Señor de donde saco fuerzas? No me abandones en este momento de tanto dolor. Y Por último el que marco más mi vida y que puedo decir que hay una antes y un después en la forma de celebrar los funerales, es la muerte de mi hermano el más chico, muere un día antes de realizar su examen profesional, preparados para una fiesta, no para un desenlace fatal, ese momento comienza con una llamada que me hacen a la oficina dándome la noticia ¿Mis papás ya saben? Fue mi primera pregunta a lo que me contestaron que no, había que hablarles, y otra vez la angustia crecía, la desesperación llego a lo más alto, es como navegar contra corriente y ya no tener fuerzas para seguir adelante. ¿Cómo se los digo?... después de darles la noticia habría que ir por ellos, estaba a una hora de camino. Mientras iba por ellos surgieron en mi varias preguntas ¿Qué paso, así me tratas, soy tu servidor? ¿Por qué? Acababa de recibir mi primera parroquia como párroco unos meses atrás, pasar de la alegría a la tristeza abruptamente, que doloroso, es como cuando te cobran sin advertirte antes, como cuando no lees las letras pequeñas de un contrato. Pero el momento más doloroso celebrar su funeral fue la prueba más difícil y dolorosa de mi vida en esos momentos durante la homilía la interrumpí varias veces por mi llanto, las únicas palabras que hasta ahora recuerdo que le dije a mi familia es: ¡Este es nuestro examen profesional en la fe! Decir las palabras: La muerte de nuestro querido hermano… eran como introducir un clavo en mi corazón, pero el momento más álgido fue al despedir su cuerpo para ir al cementerio, ese momento fue llorar como un niño y por más que quería detener el llanto y las lagrimas no lo lograba, tenía tanto tiempo que no lloraba de esa manera, todo un sacerdote derrotado, sin fuerzas, con muchas preguntas sin respuestas. Pero puedo decir que, si, en verdad después el Señor nos dio el consuelo, la paz y la fortaleza a nuestras familias. Estas experiencias y otras más fueron para mí como estar en el calvario contemplando lo que muchas veces no se puede entender y explicar y tratar de guardarlas en mi corazón.
Que el Señor sea su fuerza y su Paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara
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