EL CORAJE DE VIVIR.

Todos quisiéramos tener un golpe de suerte y que las cosas que estamos viviendo  tuvieran un cambio total, pero lo que nos encontramos es que las cosas siguen igual o a veces peor, no encontramos la respuesta y viene el cansancio. En esta ocasión quiero compartir con ustedes este salmo y una pequeña reflexión que nos puede ayudar a salir adelante.
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís: «Escapa como un pájaro al monte, porque los malvados tensan el arco, ajustan las saetas a la cuerda, para disparar en la sombra contra los buenos? Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?»
Pero el Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres. El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo odia. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.
(Salmo 10)
EL CORAJE DE VIVIR.
Hoy estoy otra vez bajo el ataque de ese desesperado siniestro que se mete a veces por los pasadizos del alma, en la oscuridad de la noche, hasta el centro mismo de mí ser. El deseo de desentenderme de todo y desaparecer, de renunciar a la vida, de dimitir de mi puesto de hombre en el que he sido tan manifiesto fracaso. Estoy cansado, Señor, cansado hasta los huesos; y mi único  deseo es tumbarme y dejarlo todo en paz. Que pase lo que pase. Estoy cansado de luchar, cansado de soñar, cansado de esperar, cansado de vivir. Déjame que me siente en un rincón, y que el mundo vaya por sus derroteros, quedando yo libre de toda responsabilidad de impedirlo. Tú mismo lo salmo dice: “Cuando fallan los cimientos ¿qué podrá hacer el justo?”
Ni siquiera tengo ganas de rezar, de hablar, y menos de pensar. Tampoco quiero ponerme a discutir contigo, a protestar, a conseguir respuestas a mis preguntas. Déjalo estar. Sencillamente, no tengo ya  preguntas, o no tengo ánimo para hacerlas o para acordarme cuáles son. Sólo sé que mis sueños no se han hecho realidad, que el mundo no ha cambiado, y que ni siquiera yo he cambiado para ser la persona ideal que había decidido ser. Nada ha resultado, ¿y para qué he de seguir preocupándome? Quiero despedirme, quiero marcharme, quiero hacerme a un lado y dejar a las cosas que pasen como quieran pasar, sin que yo diga una palabra. Quiero desaparecer, y se acabó.
Sin embargo, sé muy bien que, al hablarte así, mis palabras quieren decir justamente lo contrario de lo que dicen. Estoy hablando de desesperación, precisamente porque quiero esperar; y estoy presentando mi dimisión, porque quiero seguir trabajando.
Tú sabes muy bien que quiero seguir, y yo sé que quiero luchar. Mis palabras de queja han sido sólo el destaparse de mi desilusión, que crecía bajo la presión de una paciencia prolongada y tenía que reventar de una vez para dar paso a la clara realidad de un sentimiento mejor. No, no me escaparé. Mi existencia le servirá de algo al mundo o no, pero mi sitio es éste, y me propongo mantenerlo, defenderlo y honrarlo. No me escaparé. No es ése mi carácter, no es mi manera de reaccionar y de hacer las cosas; y si por un momento he permitido venir esos negros pensamientos y me he permito expresarlos, es precisamente porque quería librarme de ellos, y sabía que la mejor manera de derrotarlos era exhibirlos. Hace falta valor para vivir, pero el valor es fácil cuando pienso en ti y  te veo a mi lado.
El Salmo comenzaba con el consejo del cobarde: “¡Escapa como un pájaro al monte!”  Y acaba con la palabra de fe “El Señor es justo y ama la justicia, y los buenos verán su rostro”. Ya nunca huiré.
(Reflexión tomada del libro Busco tu rostro, Orar con los Salmos de Carlos G. Valles)
LA VIDA ES BELLA PERO HAY QUE APRENDER Y SABERLA VIVIR.
Que el Señor sea su fuerza y su Paz

Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.

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