LA PACIENCIA
Hoy quisiera hablar de una virtud que muchos le
pedimos a Dios, la Paciencia, una virtud que es necesaria en todos los campos
de nuestra vida, trabajo, familia, amigos, hijos, etc. Son muchos los campos en
los que necesitamos ponerla en práctica. Primero comencemos definiendo que es
la paciencia. El término paciencia viene del latín: patior, pati: sufrir; patiens: sufriente, Paciente, que padece privaciones; y patientia: resistencia, tolerancia, sufrimiento, padecimiento. Según la
etimología la virtud de paciencia forma un binomio inseparable:
resistir-padecer". Con él queda marcada la dirección del pensamiento
clásico latino. Tal es la idea ya expresada en la definición de Cicerón: "sufrimiento voluntario y continuado (hasta el final) de cosas arduas y difíciles...”. Pero no es solamente sufrir por sufrir, si no que es por un bien
mejor. Dice María Marta Solveyra en un Libro llamado la fuerza interior de la
paciencia: … “en ambas direcciones la
paciencia-fortaleza es una virtud que ostenta una suprema energía y actividad
interior porque implica una fortísima adhesión al bien… Ciertamente dentro de
la paciencia hay grandeza de ánimo, porque se sufre por algo importante, un
alto valor al que se adhiere fuertemente. Y contrariamente a lo que vulgarmente
se cree, la paciencia implica una gran dosis de actividad espiritual y
valentía, porque no es en el ataque, sino en la resistencia donde se encuentra
la prueba decisiva de la fortaleza”. Hay otro sentido de la palabra que tiene
que ver con el pensamiento griego y es el de quedar bajo los acontecimientos
que amenazan o tormentas que están arriba. Es permanecer fiel en el propio
lugar… Además la paciencia se interna en el tiempo. La paciencia resiste una
tensión más dura todavía: la distancia entre lo que se ha logrado y lo que
queda aún por lograr. Sobrellevar esta distancia de tiempo es propio de la
virtud de longanimidad. La longanimidad, del latín “longanimitas” (“longus
animus”, largo ánimo), es paciencia que acompaña el desenvolvimiento largo, lento y continuo que
exigen las cosas para llegar a su término, para su consumación. Continúa
diciendo María Marta Solveyra:
“Es una virtud propia del crecimiento personal, que necesita un
prolongado tiempo y un ritmo lento para desarrollar las virtualidades. Es la paciencia
del maestro, del educador que guía este camino, en el cual se cumplirá aquella
“mayéutica socrática” (técnica de enseñanza) que procura en el discípulo, el
encuentro con su propia verdad. Es una paciencia que sabe esperar los
resultados, porque conoce lo que demanda el itinerario y respeta los intervalos
o las pausas. Más profundamente aún, sabe aguardar el “momento oportuno” para
sembrar y recoger; por ello no arranca los frutos verdes, se opone a lo
prematuro, desconfía de los logros inmediatos”.
La virtud de la paciencia es necesaria en nuestros ambientes, luchemos
por conseguir lo que creemos que es bueno, no perdamos el paso, no perdamos el
bien, no perdamos la oportunidad de pensar, de esperar. San Pablo nos exhorta
en la carta a que nos gloriemos incluso
las tribulaciones: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el
carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”.
(Rom 5, 3-5).
Que el Señor se a su fuerza y su Paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.
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