¡RESUCITO ALELUYA!
¡RESUCITO! ¡ALELUYA! Estas palabras tienen todo su sentido, en la vivencia de la fe y sobre todo en el desarrollo, de la vivencia del Triduo Pascual, el haber entrado en el camino de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús con todo lo que ello implica y tomándolo muy en serio, no sólo como asistente y espectador, sino como alguien que se ve implicado en ello, podrá entender lo que es resucitar. El Domingo de Ramos, comentaba que la celebración de la conmemoración de la entrada de Jesús a Jerusalén, nos llevaba desde la alegría, hasta la oscuridad de la pasión, la oscuridad de la muerte, es dar un giro de la alegría a la tristeza, es cambiar radicalmente de ambiente, de sentimientos, pero es también a una invitación a tomar nuestra propia cruz y caminar en el calvario de nuestra vida, el grito desgarrador de Jesús en la Cruz: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Es un grito, desde lo más hondo de la humanidad de Jesús, es un grito que se asemeja a muchos gritos que otros hombres (Varones y mujeres) han experimentado, el Silencio de Dios, la no intervención de Dios, la desilusión e impotencia de no poder cambiar la experiencia de vida, en estos hombres van incluidos todos aquellos que sufren, los que padecen todo tipo de necesidades y experiencias desgarradoras, experiencias de muerte, de desanimo, experiencias que derrumban, que matan la fe y la esperanza de vivir. Solamente el que ha pasado por estos caminos podrá entender, lo que es RESUCITAR, volver a vivir.
Dice el libro “Dios, Padre Misericordioso”: La creación es buena y Dios crea seres infinitos. El límite proporciona seguramente la posibilidad del sufrimiento. Tener un cuerpo quiere decir poder tropezar. Ser un espíritu limitado incluye la posibilidad del rechazo por parte de los otros. Impedir todas las posibilidades de sufrimiento querría decir abolir la finitud y hacer del hombre un Dios, o sea, ceder a la tentación original del Edén y procurar lo imposible. Sin embargo, la posibilidad del sufrimiento no es de suyo mal. Un mundo sin la posibilidad del sufrimiento, sería un mundo muy aburrido, sería un mundo sin desafíos y sin realizaciones.
El Horror del sufrimiento gratuito y sin sentido han entrado en el mundo sólo con el pecado que destruido la natural unidad entre los seres humanos y que ha transformado al mundo, en la mejor de las hipótesis, en signo ambiguo del amor de Dios. Desde entonces el hombre se ha encontrado combatiendo contra a otro hombre y se han oscurecido las razones para sacrificarse. Todo y todos han llegado a ser una amenaza para el individuo, para sus logros, para su existencia. Es imposible separarse de los hermanos y hermanas en Adán, y todo intento que apunte en esta dirección tiene la sola consecuencia de aumentar el mal, la falta de amor en el mundo. Más aún, el cristiano ve en el sufrimiento una invitación positiva a unirse a Cristo y a contribuir a la salvación del mundo. El amor une al amado, con el deseo de compartir su suerte. Predicar el evangelio en el mundo hostil, incluye casi necesariamente el sufrimiento. Jesús lo preanunció: “Si me han perseguido a mí, los perseguirán también a ustedes” ningún discípulo es más grande que su maestro (Jn 15,29; 13,16; Mt 10,24s).
El precio de la Gloria con Cristo es el sufrimiento con Cristo (Rom 8,17; 2Tim 2,11s; Hch 14,22).
LOS DEFECTOS DISMINUYEN A MEDIDA DE QUE SE LLEVEN A CABO BUENAS ACCIONES.
¡FELIZ PASCUA!
Que el Señor sea su fuerza y su Paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.
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