DANOS SEÑOR LA PAZ
Cuando rezamos la oración por la
paz en una de sus frases decimos: “Consuela el dolor de quienes sufren…”. El
sufrimiento es una de las partes inevitables, parte de la vida del hombre, así
como la moneda tiene sus dos caras, así también la vida de los hombres tiene
sus momentos de bienestar, gozo y momentos de sufrimiento, dolor. Pedir no sentirlos es pedir arrancar el corazón
y dejar de ser humanos. Hace unos días platican con un amigo y decía: Fíjate
que dicen que ya salió un medicamento para dejar de sentir, no lo dolores del
cuerpo, sino los sentimientos internos, ya que él se encapricho por una persona
y no le hizo caso, pero él estaba enojado consigo mismo pues se había enamorado
y la otra parte no correspondió. Según él la vida hay que vivirla, y en esto
tiene razón, pero él la vive en un desenfreno en el placer, rápido y sin pensar,
si algo lo quiere lo consigue a como dé lugar, incluso en lo sexual, él se
consideraba lo suficientemente hábil para poder conseguir que la otra parte
cediera ante sus pretensiones o insinuaciones, pero resulta que con esa persona
no lo logró y la derrota fue inminente, el dolor-sufrimiento se hicieron ver y
por supuesto no era fácil sentirlo, tenía tanto tiempo que no lo sentía que no
estaba dispuesto a sufrir. Las personas podemos causar sufrimiento a los demás,
no solamente con un golpe físicamente hablando, sino con acciones concretas,
como en el caso de este amigo, que vamos a experimentar sentimientos interiores
es inevitable. Hay un lista larga de sentimientos que se experimentan, los
podemos catalogar como sentimientos de Alegría, tristeza, enojo.
Cuando le pedimos al Señor:
“consuela el dolor de quienes sufren…” no estamos pidiendo que dejen de sentir,
sino que le pedimos que experimenten un alivio ante ese sufrimiento que se está
experimentando, que puedan enfrentarlo y superarlo, es decir que no se estanque
en él y sobre todo que surja en ellos la esperanza en la vida eterna que sólo
Dios puede ofrecer.
Experimentar cualquier
sentimiento no nos hacen ser ni buenos, ni malos, tampoco son pecado; son parte
de nuestro ser humanos, no los puedo esquivar o anular, por eso la mejor forma
de superarlos es dejarlos que surjan y hacerme consciente de que están ahí,
tenemos la capacidad de expresarlos y esto si podemos controlar, ya que un
sentimiento me puede llevar a una reacción positiva o negativa contra los
demás, afectar a los demás negativamente eso sí sería pecado, si yo experimento
un sentimiento de enojo y esto me hace ser agresivo con los demás e incluso
reacciono con golpes o gritos esto si sería pecado.
La violencia provoca sufrimiento,
es verdad, lo vemos en las guerras, en
los desastres familiares, en una sociedad que se hace más competitiva en donde
no importa las personas, sino otros intereses como puede ser el pode, el
dinero, el placer, la envidia, la codicia, etc.
La oración por la paz nos debe de
llevar a hacernos conscientes de que nosotros somos humanos, somos personas y
además hermanos y que ninguno tiene el derecho o la autorización para causar
daño a otro.
En el relato Génesis 4, 8-10
donde se nos narra el actuar de Caín contra Abel, casi al final el Señor la
pregunta ¿Dónde está tu hermano? La respuesta de Caín es de indiferencia ¿A
caso yo soy guardián de mi hermano? Y la respuesta es si somos guardianes de
nuestros hermanos y hermanas. Somos hermanos antes que nada, por eso pedimos
también en la oración por la paz: “Toca el corazón de quienes olvidan que somos
hermanos y provocan sufrimiento y
muerte, dales el don de la conversión…”
LA VIOLENCIA Y EL ODIO NO SE
TERMINARAN REACCIONANDO EXACTAMENTE IGUAL, SINO CON LO CONTRARIO.
Que el Señor sea su Fuerza y su
Paz
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara
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