PRIMER DÍA DEL AÑO


En el primer día del año celebramos una solemnidad de María, la Virgen Madre de Dios, en la homilía comentaba que ella se nos presenta como un faro en el camino que llevamos, muchas veces difícil, ella nos hace ver que las promesas de Dios se llevan a cumplimiento, lo que decía su prima Isabel sobre ella: “Dichosa tu que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 39-45) se ha hecho realidad y se puede hacer realidad en cada uno de nosotros si tenemos la misma fe de ella. Pero también en el comienzo del año iniciamos con el octavario por la paz, algo que todos anhelamos, no sólo como un propósito, sino como una realidad que queremos tener en nuestras manos, debemos ser conscientes de que esto no se alcanza de la noche a la mañana sino que se necesita de no olvidar que tenemos que trabajar día con día por ella. Ser promotores de Justicia y de Paz aun cuando  parece que  no sucede nada. Es como el anciano pobre que se dedicaba a sembrar árboles de mango. Alguien le dijo: - ¿Cómo es que a su edad se dedica a plantar mangos? ¡Tenga por seguro que no vivirá lo suficiente para consumir sus frutos!
El anciano respondió apaciblemente:
-          Toda mi vida he comido de árboles sembrados por otros. ¡Que los mío rindan frutos para quienes sobrevivan!
Habitamos un universo espléndido en que todo y todos tienen algo que ofrecer. Los arboles dan, los ríos dan, la tierra da y el sol y la luna y las estrellas dan. ¿De dónde, pues, esa ansiedad de tomar, recibir, amasar, juntar, acumular sin dar nada a cambio?
Todos podemos dar algo, por pobres que seamos. Podemos ofrecer pensamientos agradables, dulces palabras, sonrisas radiantes, conmovedoras canciones, una mano firme y tantas otras cosas que alivien a un corazón herido. Más que dinero, lo que el mundo necesita es amor y simpatía.
Se dice fácil verdad, pero se necesita comenzar ya, no esperar el momento oportuno, porque hoy es el momento oportuno, no habrá otro momento. Comienza a sembrar ya. Esto requiere por parte de cada uno: ser excelente.
Ser excelente es hacer las cosas, no buscar razones para demostrar que no se pueden hacer.
Ser excelente es comprender que la vida no es algo que se nos da hecho, sino que tenemos que producir las oportunidades para alcanzar el éxito.
Ser  excelente es trazarse un plan y lograr los objetivos deseados a pesar de todas las circunstancias.
Ser excelente es saber decir: “Me equivoqué”  y proponerme no cometer el mismo error.
Ser excelente es levantarse cada vez que se  fracasa, con un espíritu de aprendizaje  y superación.
Ser excelente es reclamarse a sí mismo el desarrollo pleno de nuestras potencialidades, buscando incansablemente la realización.
Ser excelente es entender que a través del privilegio diario de nuestro trabajo podemos alcanzar la realización.
Ser excelente es ser creador de algo, un sistema, un puesto, una empresa, un hogar, una vida.
Ser excelente es ejerce nuestra libertad y ser responsables de cada una de nuestras acciones.
Ser excelente es levantar los ojos de la tierra, elevar el espíritu y soñar con lograr lo imposible.
Ser excelente es trascender a nuestro tiempo legando a las futuras generaciones un mundo mejor.
                                                                                                                                              (Miguel Ángel Cornejo)
Espero que logremos la paz orando por ella todos los días y alcanzarla siendo excelentes.

Que el Señor sea su fuerza y su Paz.
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.

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