LO IMPORTANTE DE UNA ENTREGA TOTAL
Esta es la segunda
parte de la Charla, que compartí con matrimonios y sacerdotes en México, esto
que comparto es una parte muy importante de mi vida:
Cuando yo cursaba el
tercer semestre de la preparatoria se me invito a servir en el altar, dure dos
años en el sirviendo en el altar, tuve una experiencia de vivencia sacerdotal
con mi párroco de ese entonces ya que su vicario tuvo un accidente que lo dejo
un tiempo inactivo, sábados y domingos eran para mi días dedicados a la
parroquia, acompañaba al padre a la mayor parte de las misas, ver su cansancio
y su entrega me hacía preguntarme si yo sería capaz de dar una entrega
semejante, no me había hecho la pregunta, de si yo podría ser sacerdote, hasta
que en una de las ocasiones se presentaron unos seminaristas para hacer la
promoción de asistir al preseminario, a veces ayudando en misa había momentos
en que me ilusionaba, me soñaba como si yo fuera el que estaba celebrando,
gozaba las celebraciones, pensaba cómo es que yo lo haría, incluso veía la
forma como el padre trataba a las personas con cierta prepotencia y me decía yo
en su lugar no lo haría así. La ilusión aumenta cuando asisto a una ordenación
de uno de mis paisanos. Cuando entro al preseminario nos toco ir a una
ordenación y la decisión ya se tenía que tomar, ¿entras sí o no al seminario?,
recuerdo que cuando escribí con mi puño y letra lo motivos por los cuales
quería entrar al seminario fueron: “porque quiero ayudar a los demás” no tenía
claro lo que eso implicaría de mi parte, no sabía qué consecuencias tendría el
sí que daría. Ya desde el seminario comenzaron ciertas renuncias, como por
ejemplo las reuniones familiares, no estar en los momentos importantes de mi
familia, de los amigos que dejaba de la preparatoria, el vivir en cierto modo
una austeridad, el dejarme formar y guiar. Lo años de mi formación los disfrute
al máximo tengo muy buenos recuerdos de esos tiempos. Cuando salí del seminario,
nuestro arzobispo de aquel entonces nos mandaba a un año de pastoral en alguna
parroquia, recuerdo las palabras que nos dijo cuando nos envío: “yo no dudo de
que tengan vocación, pues si han llegado hasta este momento es porque sus
formadores ven que si la tienen, pero quiero que se enamoren del sacerdocio,
que vean la necesidad del sacerdote, no es una profesión, no quiero que por el
hecho de haber terminado el seminario se vean merecedores de recibir un titulo,
añoren, vean y experimenten la vida del sacerdote sin serlo”. Ciertamente la
experiencia ya no es la misma de estar en el seminario cubierto por un grupo de
formadores, ahora estas sin protección, ahora en cierto modo las riendas de mi
vida las tengo en mis manos, yo decido si rezo, si cumplo con mis
responsabilidades, determinar cuáles son mis prioridades, que es lo que no debo
de descuidar, hacía donde caminar, todo con entera libertad sin ninguna
presión. Cuando estaba en los ejercicios para la ordenación diaconal, el
momento más importante fue: ¡Te voy a entregar todo Señor! Siento miedo es el
primer paso el primer escalón de una escalera, el compromiso ahora es más
fuerte, te estoy empeñando la vida, pero la ilusión en ese momento supera la
renuncia, todo es alegría, que importa entregarlo todo. Cuando hice los
ejercicios espirituales para tomar la decisión de la ordenación presbiteral, la
pregunta fue más fuerte ¿Qué estás dispuesto a dar? ¿Lo harás siempre? ¿Sabes
que tus palabras y acciones pueden aumentar
o acabar con la fe de aquellos a los que vas a servir? Ya en la ordenación el
miedo se hizo más intenso, entrando en la procesión, había sentimientos
encontrados alegría y temor. Es estar en los últimos escalones de la escalera,
de ahí todo depende de ti y Dios. La homilía y las preguntas antes de la
ordenación piden entrega total, configuración con Cristo en tu tiempo y vida,
eres servidor-sacerdote no sólo en el templo, sino en todo momento, decía el
obispo, has que tu tiempo rinda, has que tu día rinda no sólo 24 horas, sino 48
o más. Tu vida, tu tiempo es para aquellos que vas a servir. Renuncias a tu
tiempo, porque es para ellos. Recuerdo, como si fueran ayer, las palabras de mi
papá en el convivio de la ordenación: “era mío ahora es de ustedes”. En las
tres parroquias que he servido como párroco, me he hecho las preguntas. ¿Qué
posees? ¿Poder? ¿Prestigio? ¿Dinero? ¿Un titulo? De nada de eso puedo presumir, no los tengo,
se los digo con sinceridad no los necesito, no están en mis planes, sólo quiero
ser servidor, no quiero que me ate nada, ni personas, ni cosas, ni lugares. Eso
lo prometí y quiero cumplirlo aunque me cueste. Me siento contento de ser
sacerdote y me esfuerzo por llevar mi ministerio con entusiasmo, con gozo.
Satisfecho de saber que puedo dar al mundo, a la Iglesia mi vida, ahora puedo
decir vale la pena entregarlo todo por Cristo.
Que el Señor sea su
fuerza y su Paz
Pbro. Carlos Felipe
Lozano Lara.
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