LAS EXPERIENCIAS DE LA VIDA

Cada experiencia de la vida se puede transformar, en un acto de salvación, todo inspirado e iluminado por la vivencia de la Pascua, decía en el Mensaje anterior como las personas que han pasado o vivido experiencias difíciles las convierten en caricias de Dios, seguimos experimentando todavía esas caricias del Beato Juan Pablo II. Continuamos con el mensaje que dirigió en su visita a Chihuahua:
LA FAMILIA COMUNIDAD DE VIDA Y DE AMOR.
3. Queremos contemplar ahora el profundo significado que asume la familia cristiana en los planes de Dios. A ello nos impulsa una vez más la preocupación que sentimos todos en nuestra mente y en nuestro corazón por el mundo de hoy en el que, con frecuencia, la familia está siendo atacada de mil formas diversas. Sabemos de sobra que a medida que se va debilitando el verdadero amor se oscurece también la misma identidad del ser humano. Por ello, siento personalmente la necesidad de repetir lo que ya dije con sincero convencimiento al comienzo de mi pontificado: “el hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente” (Redemptor hominis, 10).
La grandeza y la responsabilidad de la familia está en ser la primera comunidad de vida y amor; el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios. Por ello, a los padres cristianos os toca formar y mantener un hogar en el que germine y madure la profunda identidad cristiana de vuestros hijos: el ser hijos de Dios. Pero vuestro amor de padres podrá hablar de Dios a vuestros hijos sólo si antes vuestro amor de esposos es vivido, en la santidad y en la apertura a la fecundidad de la unión matrimonial.
4. El amor existente entre los esposos cristianos es una realidad santa y noble. La acción del Espíritu Santo en vuestras personas cuando estáis en gracia os ayudará a entregaros mutuamente, con aquella generosidad sin medida con que “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5, 25).
Al hablar hoy a las familias católicas de Chihuahua y de México, en este “Día de las Madres” deseo rendir homenaje a la madre, a las mujeres mexicanas y a las de toda América Latina. Con razón se ha dicho que la mujer ha desempeñado un papel providencial en la conservación de la fe de este querido continente.
La experiencia diaria nos muestra que a una esposa cristiana corresponde de ordinario una familia en la que permanece vivo el amor a Dios, la práctica de la vida sacramental y del amor del prójimo. Asimismo la armonía, serenidad y alegría de la vida de familia dependen en gran medida de la mujer, esposa y madre quien, con su intuición, su tacto, su afecto, su paciencia, su generosidad, suaviza asperezas y tensiones. Ella levanta los ánimos decaídos y ofrece un puerto acogedor en el cual refugiarse cuando afloran los problemas en cualquier edad de la vida.
No ignoro el papel a veces heroico que las esposas mexicanas han representado en la vida familiar. Por ello quiero recordar también a los esposos el grave deber que les incumbe de colaborar en las cargas del hogar con su trabajo, no dilapidando el salario, que es un bien para toda la familia, siendo al mismo tiempo fieles a su esposa con un amor único e indiviso, mostrando verdadero afecto y dedicación en la educación de los hijos. ¡La familia se conserva y fortalece gracias al amor!
Continuara…
Que el Señor sea su fuerza y su paz
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.

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