HAY QUE EXIGIR
Hace unos días platicando con
algunos amigos, sobre como nuestros padres nos disciplinaban e incluso como nos
corregían, comentábamos por ejemplo que bastaba con una mirada penetrante como
para saber que llegando a casa nos iba a ir mal, pues nuestros padres de verdad
cumplían lo que decían, no se olvidaban
de lo que habían dicho, de verdad lo cumplían. En otra ocasión también
platicaba con un maestro que durante la secundaría y la preparatoria me causo
muchos problemas, no era un maestro que se vendiera para comprar una
calificación, fue alguien que forjo un carácter, sobre todo el sentido de lucha y
perseverancia, pero muchas veces tuvo
que exigir y no de una manera muy amable que digamos. En esos momentos era
necesario exigir y hacer caer en la cuenta de que no se había hecho todo y tenía que hacerse responsable de nuestros
actos, y al exigir sabía que podíamos
dar más.
Exigir a un hijo es necesario,
como lo hizo ese maestro, como lo tiene que hacer un padre, los motivos para
exigir son: el hombre está hecho para conseguir la verdadera felicidad con la
persecución del bien moral. Como la inteligencia y la voluntad, las facultades
humanas de que el hombre dispone para este fin, son tendencias a la verdad, al
bien universal, han de ser determinadas a particulares actos de bondad por
medio de hábitos. Las virtudes son hábitos buenos que perfeccionan las
facultades del hombre para conseguir la verdad y el bien.
Por eso desarrollar las virtudes
en uno mismo y educar a los niños en las virtudes es importante y se requiere
exigencia.
Se puede decir que hay
principalmente dos tipos de exigencia. En primer lugar la “exigencia
preventiva” es la que pretende controlar la actuación del hijo de tal forma que
no se haga daño: o de forma que los demás no le hagan daño.
Este sería el caso de la madre
que exige a su hijo de cinco años que no cruce la calle solo, o a otro de
quince años que estén en casa a las diez. Estas exigencias llegan a ser parte
de las reglas del juego. O mejor dicho, para poder “jugar” hace falta respetar
las indicaciones.
Para tener la seguridad de que el
hijo puede desarrollarse positivamente, le exigimos a fin de que las
influencias perjudiciales (sean del tipo
físico, moral, espiritual o lo que fuera) no le quiten la libertad de elegir
entre las posibilidades positivas.
No nos interesa, como educadores,
la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Preferimos alejar al hijo del
mal para que se maneje entre lo bueno y
lo mejor. Un motivo importante para exigir, por tanto, es para apartar al
hijo del mal aunque sin abusar, sin protegerle innecesariamente, arriesgándonos
gradualmente para que el hijo mismo sepa en qué momento debe decir que no y en
qué momento debe decir que sí.
En segundo lugar tenemos la
“exigencia operativa”. En este campo los padres suelen tener motivos, en
principio parciales. Por ejemplo, querrán que un hijo sea ordenado para
facilitar el trabajo en la casa a su madre o como modo de disciplinarle para
que llegue a ser eficaz en su trabajo y para facilitar el orden mental. Y aunque
ambos tipos de motivos son aceptables, habría que ir un poco más al fondo de la
cuestión.
Al exigir a los hijos pequeños,
el niño no será consciente de los motivos principales para obedecer, para
cumplir con este acto relacionado con alguna virtud. Sin embargo los padres sí
deben de ser conscientes de la relación entre los actos y la finalidad.
Por eso necesitan reconocer que
los motivos parciales y los actos que exigen a sus hijos son una base para
luego calar en la vivencia real de una virtud. El motivo de exigir será, por
tanto, crear hábitos, en principio sin mucho sentido para el hijo, para luego
estar en condiciones de dar a estos actos mayor intensidad y relacionarlos con
motivos más adecuados. Si los padres pierden de vista el final del proceso,
pueden que enseñen a sus hijos a ser rutinarios o rígidos. O pueden enseñar a
cumplir a un hijo de diecisiete años con motivos adecuados a un niño de siete,
cuando realmente necesita motivos más profundos por su mayor edad y capacidad
comprensiva.
Por último debemos relacionar la
exigencia de los padres con la obediencia de los hijos. Los hijos, a nivel más
básico, deberían de obedecer a sus padres por amor y porque los padres tiene
derecho de ser obedecidos. En consecuencia podemos afirmar que los hijos tienen
el derecho de ser exigidos… Continuara.
(Tomado del libro Familias contra
corriente de David Isaacs y María Luisa Abril)
Que el Señor sea su fuerza y su
Paz
Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara.
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