HAY QUE ARRIESGAR

Aquí la distinción importante es la diferencia que hay entre fracasar en una tarea y ser un fracaso como persona. Hemos de enseñar a nuestros hijos a distinguir lo que son, de las realizaciones que pueden realizar. La gente que tiene miedo al fracaso por lo general, está bastante obsesionada por los logros. Tiende a evaluar su valor personal en función de los logros conseguidos. El New York Times publicó recientemente In Medicine, Acceptable Risk Is in the Eye of the Beholder, un artículo que describe cómo el correr riesgos se torna aceptable dependiendo del punto de vista de quién haga el análisis. En este caso se trata de medicina, pero como bien escribe Matt Inglot en This Advice Makes Sense for You, But Not for Me, este fenómeno no necesariamente se refiere a medicina o a cuestiones relacionadas con riesgos para la salud, sino que se puede aplicar el mismo razonamiento a decisiones que afectan a la sobrevivencia de tu negocio, a tus finanzas personales o incluso a una simple mano de poker. La práctica ha demostrado (al menos en el caso de medicina publicado por el New York Times) que el grado de aceptabilidad de un riesgo a ser asumido está directamente relacionado con quién lo debe asumir. Es inevitable correr riesgos en esta vida. Algunos hasta sirven para el desarrollo del carácter y de la fe. Nunca arriesgar nada es nunca lograr nada. Pero hay una gran diferencia entre un riesgo y otro. Hay riesgos sanos, así como los hay inútiles. La vida sabia y saludable no está compuesta de azares, de accidentes, de pálpitos y de riesgos. A la vida sabia la rigen la inteligencia, la cordura y la sensatez.
Estas son las claves del éxito en la vida. Hoy los jóvenes, los adultos, y hasta el sacerdote y el consagrado o consagrada, corremos otros tipos de riesgos que son el invertir la vida, con la esperanza de llegar un final seguro. No nos detengamos ante los fracasos, ni uno sólo de ellos es el final, necesitamos volvernos a levantar con la mirada puesta en alcanzar lo que se nos ha prometido, Él que nunca falla: DIOS, MI PADRE.
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